Quizás a alguien le esté pasando lo mismo...

Esta no es mi historia, ni mucho menos. Aquí sólo plasmo mis pensamientos más sentidos y , a veces, más irracionales. La historia de mi vida ya os la contaré en otro momento.






domingo, 2 de marzo de 2014

Compro paciencia

No puedo con una corriente que intenta tirarme cuando siente que pierde fuerza. Porque si te quieren no te juzgan por lo que haces y lo que no. Siempre he dado más de lo que he podido, y he olvidado lo inolvidable. Siento no ser el lazarillo que esté ahí bajo tu yugo, recibiendo con una sonrisa órdenes. Ante todo el ser humano es libre, y si por no actuar como tú quisieras crees que merezco el desprecio, lo siento, pero no voy a morderme más la lengua hasta hacerme sangre. Porque la sangre me la estoy haciendo por dentro.

sábado, 1 de marzo de 2014

Me perdono.

Hoy le pido perdón al tiempo, por no haberle escuchado cuando me dijo que no volvería (antes de perderlo). 
Hoy le pido perdón al sol,  por haber dejado que se pierda en el horizonte sin antes haberlo sentido paisaje.
Hoy le pido perdón a la luna, por haberla dejado volver a casa sola y de madrugada.
Hoy le pido perdón a los pájaros, por no ponerme nunca sus alas y no volverme vuelo.
Hoy le pido perdón a las calles, por no haberlas hecho escape sino guerra.
Hoy le pido perdón a las nubes, por sólo soñarlas y no llegar a cumplirlas.
Hoy le pido perdón a los días, por arrancarles las horas por inercia y escupirles en la cara los minutos que nunca me atreví a fundir.
Hoy le pido perdón a las miradas que una vez quisieron ser presente y se convirtieron en risas melancólicas pasadas y perdidas. 
Hoy le pido perdón a la vida, por curparla por ser sólo una en lugar de aprovecharla.
Hoy me pido perdón a mí misma. Por mirarme desde lo que no soy, por privarme invertir el tiempo en sentir el sol, en vivir la luna, por arrancarme de cuajo las alas cuando veo que florecen por miedo a volar alto (por creer que no merezco dejar atrás las cadenas), por no escapar por las calles donde no hay guerras, por mirar las nubes desde abajo y sentirlas inalcanzables y difíciles de cumplir, por no dejarme fundir los días arrancándoles los minutos a las horas para aprovecharlos mejor.
Por no dejarme mirar detrás del propio muro de Berlín que me construyo día a día por miedo a derribarlo y hacerle daño a alguien (ese alguien al que no le importa que se marchiten las caricias de no usarlas). Por no dejarme ver la vida como única en lugar de una, porque ambos términos no significan lo mismo.